Presente y futuro de nuestra América

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Rodrigo Carazo (Costa Rica)*

El continente americano significa un nuevo horizonte para los pueblos de todas las otras regiones del planeta; por ello se ha convertido en el mayor crisol de razas, credos, culturas y lenguas del mundo. El origen diverso de los inmigrantes ha hecho del Continente Americano un mosaico humano incomparable.

Se dijo, muchos años atrás, que si al final del siglo XX América Latina no estaba unida, estaría dominada. Se agregó que la acción coordinada fundamentada en una positiva voluntad política, era la única fórmula para sobrevivir y progresar. Pensamos que nunca, en la historia de la humanidad, se ha encontrado ésta ante alternativas tan extremas.

Los problemas de los pueblos están íntimamente vinculados a las actitudes y actuaciones de los seres humanos. La voluntad, la habilidad humana, el conocimiento, son factores que pueden contribuir de manera determinante al cambio de la suerte de los países.

Para quienes consideramos que la democracia es el mejor sistema político desarrollado por el ser humano, nos angustia su anquilosamiento actual, resultante de la presión interesada de personas y grupos que buscan exclusivamente su propio beneficio. Lo logran mediante la utilización de una especie de capital semilla que siembran a lo largo de campañas engañosas predicadas por los medios masivos de comunicación que ellos dominan, o por el control financiero sobre los partidos políticos y sus dirigentes.

Angustia también el hecho de que los grupos partidistas sean dependientes, más que de la voluntad popular, de las maquinarias que los dominan, que imponen, por encima de la razón y el pensamiento y el servicio a la colectividad, lo que llaman disciplina de partido.

El tránsito a la democracia pasa por la confianza, con o sin compromiso, de que tal sistema puede lograr una mayor medida de bien común.

Hablamos de compromiso como base del sistema democrático, compromiso con los más, respeto al bien común, compromiso real basado en principios éticos; no estamos hablando de ficción, sino de compromiso verdadero por el logro de un orden democrático efectivo.

El ejercicio de democracia exige que el compromiso del líder no se limite a la obediencia en cuanto a cumplir los deseos de sus representados. No: es un compromiso con y por la educación, de manera que se lleve la razón a las mayorías, aunque el educador, el líder, tenga que sufrir la crítica y el error popular, a veces deseoso de recibir beneficios en el corto plazo, que sólo daño y dolor producirán en el futuro.

El tránsito a la democracia pasa por una educación que desvanezca el manto de ignorancia que obnubila a tantos, educación que nos ilustre a todos sobre el sentido de contar con gobiernos del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Educación que nos permita una participación de la superación constante de los ciudadanos; educación inspirada en una profunda fe en la razón humana que tiene como punto de partida los fundamentos espirituales, la confianza en el sistema y pasa por un compromiso total con el bien común.

Nuestro mosaico humano

El mosaico sin paralelo originado por inmigrantes de diverso origen, ha producido en América dos sectores distintos: el anglosajón y el nuestro. El Norte se ha convertido en asiento de la nación más poderosa de todos los tiempos. El Sur atrajo a los pueblos ibéricos y, detrás de ellos, a muchos otros, dando origen a la raza cósmica de que nos habló el varón de Humboldt: raza teñida de negro, amarillo, hindú y todo lo demás, partiendo de la raza americana y de su primer injerto, también mestizo: la sangre española.

Estamos, por decirlo de alguna manera, entre dos grupos de naciones.

No tenemos fuerza para pretender dominar a ninguna de ellas, por pobre que sea, pero unidos seríamos capaces de evitar el dominio desde las metrópolis.

Nuestra cultura es el resultado de la combinación de la rica experiencia de occidente, pero también se ha nutrido con la de una población autóctona llena de valores que contribuye a una entidad propia que es necesario reforzar.

La riqueza del Sur, dividido, siempre ha sido transferida, a lo largo de los siglos, a la metrópoli extranjera de turno: España, Portugal, Inglaterra, Holanda, Estados Unidos de América.

El Norte de América se ha hecho rico porque ha permanecido unido y ha sabido atraer cerebros, inversiones y riquezas extraídas de las más diversas zonas del Globo. El Sur se hizo pobre porque fue dividido desde dentro y desde fuera.

Nuestra América, como la llamó José Martí, ha sabido inspirarse en los grandes logros culturales, jurídicos, políticos y sociales ocurridos en otras latitudes; creemos oportuno aprovechar esta experiencia para beneficiarnos con el adelanto científico y tecnológico.

Durante años, hemos señalado que las dos riquezas por excelencia del Sur son: recursos naturales y población, factores fundamentales para negociar con fuerza frente al Norte, en procura de una economía justa, de un trato digno y de una interdependencia solidaria.

En estos cinco siglos transcurridos desde el contacto de culturas, Nuestra América ha visto el paso de sus libertadores, hombres capaces de crear aspiraciones y de generar acción. Esta tierra americana se ha convertido en el gran laboratorio de ideas, en rica fuente de pensamiento en diversos lenguajes, en origen de fórmulas políticas convertidas en logros, o al menos en grandes aspiraciones de los seres humanos de nuestro tiempo. América fue la cuna de la palabra "independencia", que ha motivado a todos los pueblos subyugados de la tierra. Nuestra América también generó los conceptos básicos y prácticos de la democracia, por lo cual luchan hoy tantas naciones, inclusive las latinoamericanas. La libertad y la justicia se han cultivado en Nuestra América de manera singular y el Sur ha impulsado el derecho de asilo y la lucha por la democracia contra tiranos de inspiración tanto de derecha como izquierda.

Es lucha intensa por la justicia social, por la justa distribución de la riqueza, por la real igualdad de todos los hombres, por los derechos humanos. Del sur, expulsado por la pobreza y la violencia, se produce hoy el mayor éxodo humano de la historia.

El Norte atrae inmigrantes. En sus centros urbanos ya se habla ampliamente el español: evidencia de una las más grandes conquistas sobre la riqueza material y tecnológica concentrada en el norte.

Siguiendo el camino transitado por sus riquezas, un enorme ejército de pobres desarmados conquista socialmente a la más poderosa potencia del planeta, ampliando así las características del crisol humano del Continente Americano el cual, dividido desde sus orígenes, está siendo unido ahora por la historia.

El Norte llama al Sur su "patio trasero"; el Sur depende en mucho del Norte. Las tierras de esa bella cadena de islas y del istmo que rodean el Mar Caribe, constituyen un gran interés para el Norte en términos de lo que allá se llama seguridad y paz. Para el Sur ese "patio trasero" es nuestra vivienda.

La interdependencia entre Norte y Sur es clara y evidente; por ello, el Norte pretende consolidar su hegemonía sobre todo el Continente. El Sur, si es que realmente desea un tratamiento justo y respetuoso, debe integrarse. El tratamiento justo debe surgir de una relación respetuosa, de un diálogo permanente donde surjan soluciones de mutuo beneficio, de una relación en la que no surjan vencidos ni ganadores. En tanto el Norte pretenda imponer su hegemonía y el Sur sufra una dependencia, no existirán posibilidades de armonía ni de paz.

La paz es un derecho propio y ajeno, y sólo puede lograrse cuando existan fórmulas que lo garanticen. El Sur debe unirse mediante el diálogo y la aplicación inteligente de políticas y acciones.

El Norte debe entender que el mejor socio, amigo, o vecino es quien es tratado con respeto y con justicia.

América es un continente integrado geográficamente. Las Américas deben esforzarse por lograr un mutuo respeto y una interdependencia fundamental en la justicia. El futuro ligará más y más al Norte con el Sur, ambos se integrarán social y económicamente, y la armonía que debe inspirar sólo será posible sobre la base del respeto mutuo.

El Norte debe procurar amistad mediante la justicia, el respeto y la armonía y el Sur debe unirse sabiendo que la unión es la única forma para lograr ese respeto y esa justicia en armonía.

Una comunidad latinoamericana

El milenio pasado ha sido escenario de la experiencia latinoamericana que ha dejado valiosas lecciones que es necesario aprovechar.

Este prolongado período ha generado en los países de América Latina una verdadera identidad de intereses e ideales humanistas; una vocación de independencia, sus partes unidas por una historia y una cultura comunes, fortalecida por una base lingüística; por un deseo profundo de justicia social, de desarrollo, de democracia, de paz.

Por un lado la razón y, por otro la necesidad, han ido conformando la idea de que es urgente que los países latinoamericanos, inmersos en un proceso común con larga experiencia en el ejercicio de la soberanía y sus dificultades, institucionalicen su relación en igualdad de condiciones sociales y políticas, así como de derechos y obligaciones.

En lo humano, lo social y lo económico, así como lo cultural, la comunidad los pueblos de Nuestra América, constituyen un proceso en marcha.

El Sur fue dividido por intereses extraños que aprovecharon el provincialismo prevaleciente y el caciquismo tradicional. Bolívar, cuyos pensamientos son recordados con admiración y respeto, dio hace casi dos siglos la solución que parece imponerse: una nación de repúblicas.

Todo hecho social y político es el resultado de un proceso. La división del Sur fue el resultado de las aspiraciones y frustraciones vividas y sufridas en casi dos siglos desde la división. El proceso está en marcha, lo que falta es voluntad política para consolidarlo.

Los países de Nuestra América, en su conjunto, no están aún atados por intereses materialistas en grado tal que les impiden hacer concesiones a favor del bienestar común. Cuentan con factores unificadores superiores a los que caracterizan a otras regiones del planeta y pueden aportar a su empresa importantes energías morales, intelectuales y políticas.

Un considerable sector de la política latinoamericana está bien capacitado y en condiciones de contribuir, con responsabilidad, a la elaboración de los planes y programas comunes, así como a ponerlos en marcha, con el propósito de superar las diferencias estructurales existentes.

* Fue presidente de la República de Costa Rica (1978-1982). Vinculado a la política desde muy joven, economista de profesión, fue miembro del Partido Liberación Nacional, gerente del Instituto Nacional de Vivienda y Urbanismo, director general de Economía, director del Banco Central, diputado y presidente de la Asamblea Legislativa.
Como presidente de la República desarrolló un positivo plan de gobierno: Creó la Universidad de la Paz (dedicada a la investigación, estudio y promoción de la paz mundial), de la que fue nombrado presidente. Impulsó la industria petrolera (Baja Talamanca) y reformó los contratos de las compañías bananeras, logrando mayores beneficios y elaborando un extenso proyecto de producción de esta industria. Fomentó las obras públicas, promocionó el turismo y el desarrollo de parques nacionales. Inauguró la planta hidroeléctrica de La Laguna de Arenal e impulsó la actividad de la flota atunera.
Viene liderando en su país, desde el Consejo de Defensa de la Institucionalidad, una organización no gubernamental que preside la oposición al Tratado de Libre Comercio de Centroamérica con Estados Unidos (CAFTA), por considerarlo a todas luces nocivo para los intereses económicos, sociales y políticos de la región.